Incluso, si hay que conocerlo todo, no tenemos más remedio que conocer el lugar que se convirtió en modelo del turismo patrio. Primer objeto de deseo de quienes comenzaban a tener vacaciones pagadas hacia los años sesenta del pasado siglo. Deseo de salir de las ciudades sin playa, deseo de viaje y cambio, primeras novedades extranjeras en el ámbito moral y de costumbres (sexuales), inicio de la liberación tras largos años del terrorismo ético ejercido sin pudor por “nuestra” Iglesia. Fue ciertamente original aquél modo de vida, tuvo que sorprender la libertad de otras mujeres, habitantes de países no tan lejanos, no hubo poco de instructivo en el contacto con los “extranjeros”. No había preocupaciones de la increíble corrupción que, seguramente, hubo en aquél y otros lugares similares, no tuvieron fuerza las ideas obligadas, sólo importó en aquellos tiempos la liberación, necesaria, de los cuerpos.
¿Hoy? Sensación de que, tras tanto cambio, nada ha cambiado. Cuerpos jóvenes usan y abusan de la noche, de las drogas legales e ilegales, mientras el sexo ya ha perdido cualquier misterio más allá del placer animal y pasajero. Cuerpos infantiles, jóvenes, maduros y seniles, masculinos y femeninos, usan y abusan del sol y de las playas con un mar que ya no posee encanto alguno ni capacidad para despertar las viejas reflexiones de poetas, científicos y filósofos. Cuerpos que se relacionan sin apenas palabras, más allá de los necesarios intercambios comerciales o sexuales, en esta increíble Babel moderna, poblada por tantos idiomas que las almas se pierden en un silencio incomprendido.
Curioso lugar, extraños centro de tentaciones y caídas que todavía logra atraer a miles, tal vez millones, de personas, a las que no importan las mil incomodidades a que se ven abocadas las verdaderas necesidades de los cuerpos y las almas. Bastan los significantes vacación, sol, descanso, playa, droga, sexo, para que a nadie importe vivir en pisos pensados para dos personas convertidos en hoteles de casi veinte. Pisos –apartamentos les llaman- donde es imposible el descanso, la intimidad, la lectura, la belleza ni, para muchas mujeres, la libertad siquiera del no trabajo en el “hogar”. Tampoco parece importar que playas creadas para mil se llenen de cien mil. ¡Pero todo sea por haber estado de vacaciones fuera del lugar de todo el año!
Sorprende todavía que, para cada generación, para cada clase social, ascendente o que nunca ascendió, todo sea nuevo cada vez. Sorprende que importe más el movimiento sin sentido que la comodidad, la promesa que la realización de la misma, la superficie que la verdad, el hedonismo sin clase que el placer perfecto de la unión de un cuerpo con un alma cultivada. Aprendimos que la humanidad difícilmente cambia más allá de lo más banal y accesorio -ya no se llama a la familia en las viejas cabinas sino con el móvil, no se usan mapas sino GPS, no se llega al apartamento en un seiscientos sino en un unifamiliar, la televisión llena los momentos de tedio en lugar del libro- , que las fuerzas de la propaganda y la sociedad nunca yerran en recuperar el dinero pagado en sueldos con el señuelo de la falsa tentación.
1 comentario:
poesía de entre la basura. ¡Me gusta!
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