viernes, noviembre 10, 2006

Crisis de exceso

Quizás una de las causas más claras de la esterilidad creativa -en cualquier campo- sea el exceso de ideas y la incapacidad de elegir. Del mismo modo que quien no acaba de decidirse por un amor termina por quedarse solo, quien desea abarcarlo todo, finalmente se queda sin nada. Hay quienes, teniendo este problema desde la más tierna juventud, eligen estudiar filosofía, atraídos por la vocación de totalidad que tal disciplina posee. Mas incluso ahí la frustración acecha al comprobar la imposibilidad de un conocimiento absoluto y ordenado como si de un nuevo Hegel se tratase.

Si añadimos a ello las pesadas cargas de la vida moderna con su increíble falta de tiempo –increíble porque pareciera que los inventos de máquinas y aparatos deberían regalarnos más momentos para la creación- el asunto se complica. Porque hay quienes viven una vida peor que aquellas mujeres que, empezando a trabajar fuera de casa en los años setenta del pasado siglo, se vieron de repente aplastadas por el peso de dos jornadas de trabajo, la que habían tenido sus madres, las llamadas labores del hogar, lavar planchar, cocinar, criar hijos, etc. y además las horas de fábrica u oficina de los padres. Peor porque las dos jornadas han crecido hasta ser tres, al añadirse a los dos citadas las indispensables horas de soledad y creación robadas -¿a quien si no?- al sueño.

Con dificultad había quienes podían con tal exceso. Pero, de pronto, llega lo peor. Otro exceso, este de ideas. Si se ha logrado conquistar un cierto ritmo de lectura y escritura, es fácil que las Musas aparezcan rondando por los estantes de los estudios generando ideas extrañas que muchas veces recuerdan el quijotesco “del mucho leer y del poco dormir, poco a poco, se le fue secando el cerebro y acabó perdiendo el juicio”. ¿Os extrañaría, siendo así, oír a algunos de esos personajes afirmar con total seriedad que se les ha aparecido Bambulo, el perro que nos presentó Bernardo Atxaga, aconsejándole ciertos escritos, que han encontrado en el techo o en el cielo, entre las estrellas y la luna, algún texto definitivo para sus vidas o incluso que un gran hipopótamo rosa les había elegido para extender la verdadera religión?

Algo de eso me sucedió tras colgar aquí mi última reflexión. Sentía que ya no iba a tener problemas para realizar una reflexión –incluso varias- cada día, cada noche. Una sobredosis de ideas me asaltó de tal modo que volví a la situación de aquellos que se quedan sin nada por querer demasiado. He sido incapaz elegir en estos días si escribir sobre la muerte o sobre la vida, sobre los mitos o la filosofía, sobre mis lecturas literarias o de ciencia. Incluso si descansar unas semanas para retomar compulsivamente estas notas o revolotear por las mil diversiones que la vida moderna nos regala. ¿Conclusión? Como resultado del exceso sólo me ha llegado la nada.

¡Ah, mi vida mental! Me he solido enfrascar en demasiados trabajos totalmente inútiles que han servido no para ser más valorado en mi trabajo –ni por quienes mandan ni por quienes teóricamente deberían obedecer- sino para meterme en problemas. He escrito libros de texto que parecían ensayos o ensayos que parecían libros de texto logrando de ese modo la marginación y el olvido: Incluso habiendo acertado en uno de los cuernos del dilema, tampoco hubiera llegado el triunfo al no poder competir con editoriales que emplean cien o más personas para lo que yo elaboro solo. Muchas veces había decidido dedicar mis energías a algo más productivo que a una mala divulgación para caer de nuevo en trabajos similares e incluso en esto que no parece pueda llegar a ser nada entre millones y millones de blogs que hablan de asuntos más divertidos –por ello más buscados- que estas reflexiones que se pretendan filosóficas. ¿Debería dejarlo todo y centrar mis esfuerzos en plasmar lo mejor de mi mente en una sola obra, siendo capaz de elegir de una vez y dejar de revolotear cual mariposa en grupas de hipopótamos? ¿Debería hacer con la escritura lo que hago con la música, es decir, escucharla sin desear ser yo quien intente superar a los grandes de la historia? ¿Leer y nada más? ¿Dedicar la energía a lo que se llama vivir –ganar dinero, salir de noche, hacer el amor, comer, beber y esos asuntos poco mas que biológicos?

Mas, entonces, ¿qué hago con la sobredosis de ideas que me asalta? Me temo, sí, que tras esta crisis, seguiré haciendo la noche corta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

venga JR....puedes preguntarte si tienes algo "mejor" ke hacer ;)

nina olvido dijo...

Esto suena a testamento, mon dieu!
Quieres que te animemos a seguir... y te haces de rogar...
Pues yo te voy a decir una cosa: escribe una buena obra. Siéntate frente al ordenador y divaga. No sé si ya está todo dicho o si después de haber estudiado a todos los autores y filósofos importantes de la historia te llegas a frustrar creyendo que no eres capaz ya de decir nada nuevo o interesante...
Los libros de texto como ensayo llegan a quienes queremos aprender, luego un objetivo por ahora ya lo tienes cumplido.
Las noches en vela llenas de palabras que se amontonan y luchan por querer salir, al final terminan en una guerra por la supervivencia entre estas ideas-en-el-aire matando las mejor adaptadas a las que son más débiles (pura ley de Darwin). Qué decir, conozco esa sensación y la sensación de necesitar decir mil cosas pero terminar del lado de la pereza y dejar pasar ese momento de lucidez.
Pero nada de testamentos. Nada de querer que firmemos tu epitafio después del entierro laico.
Móntate una consulta filosófica, aunque en Pamplona quizá... sea difícil tenerla en el Ensanche!! (jeje).
Creo que necesitas descansar, que tu familia lo agradecerá.
y tu salud.
Que ya no somos unos críos JR...!
Un abrazo (ahora que por fin vuelvo a tener ordenador para seguir tus "paranoias")
Chau