No parece que esta vida se precisamente un camino de alegrías. Hace ya un año murió un muy querido tío mío dejando a su esposa en la soledad más absoluta, toda vez que sus hijos, ya mayores, obviamente tenían su vida y apenas tiempo para la visita y el cuidado. Hoy es el día en que mi muy querida tía sigue en su soledad y tristeza. Sin los placeres ni siquiera los problemas que el amor podía depararle en su cada vez más cercana vejez. Por ello intento una reflexión sobre la muerte que también Platón, nuestra referencia, nos dejó dicho que la filosofía era una reflexión acerca de la muerte.
Intento imaginar aquellos lejanos tiempos y lugares en que alguien de nuestra especie comprobó cómo alguno de sus congéneres, esposa, hijo, compañera, enemigo u animal, dejaba de moverse para siempre. Cuando alguien sintió por primera vez la aguja del dolor corroyendo cuerpo y mente. Intento adentrarme en su sorpresa, en su angustia e incomprensión y, a pesar de todo, apenas encuentro algo diferente a los sentimientos que podemos encontrar en nuestras mentes o en nuestro rededor: sólo hemos añadido los discursos inventados para escapar de tan horrenda realidad.
¿Pues qué? ¿Acaso sentimos otra cosa que rechazo e incomprensión? Rechazo del dolor, de cualquier dolor, de la muerte tanto rechazo que hemos terminado por esconderla en los sótanos más recónditos de la sociedad. ¿Los relatos? Parece que todos ellos se limitan a negar la realidad de la muerte, bien sea como las religiones prometiendo otras vidas –más verdaderas incluso- que la sabida, bien las filosofías prácticas que, siendo modelo Epicuro, muestran cómo la muerte no existe para los vivos ni los muertos son capaces de sentirla. No así la del dolor que aparece como pasaje necesario para la eternidad en las diversas religiones o como algo a evitar del modo que sea entre las filosofías del placer. ¿Hoy? Todas conviven, siendo la ciencia un convidado de piedra que nada tiene que decir. Con sólo veinticuatro años una poetisa española, Carmen Jodra, ha resumido perfectamente estas variantes en su poema “y dijo la Biblia…” de su libro “las moras agraces”:
“Y dijo la Biblia:
“El hombre es un ser creado por Dios
a su imagen y semejanza
con un alma inmortal que es el aliento
que el Creador le insufló”
Y dijeron todos:
“No nos lo creemos”.
Y dijo el poeta:
“El hombre es un ser extraño,
con penas y alegrías incontables,
con grandezas y miserias y deseos
que él mismo no comprende”
Y dijeron todos:
“Es verdad, pero bueno,
qué le vamos a hacer,
no merece la pena preocuparse”.
Y dijo la ciencia:
“El hombre es un ser vivo
porque nace, crece, se alimenta,
se reproduce y muere,
y pertenece al reino animal,
metazoos superiores, tipo vertebrados,
clase mamíferos”.
Y dijeron todos:
“Sin duda. Tiene razón”.
Y así nació Occidente.”
Queda, como siempre, Platón: “Acerca de esos temas hay que lograr una de estas cosas: o aprender (de otro) cómo son, o descubrirlos, o, si eso resulta imposible, tomando la explicación mejor y más difícil de refutar de entre las humanas, embarcarse en ella como sobre una balsa para surcar navegando la existencia, si es que uno no puede hacer la travesía de manera más estable y menos arriesgada sobre un vehículo más seguro, o con una revelación divina.”
¿Qué de nuevo podrá añadir a todo un filósofo de hoy? Como casi todo: nuevas versiones de lo mismo. Pues, admitiendo muerte, sólo queda vivir la vida dignamente y con dignidad morir. No admitiéndola, refugiarse en la creencia del lugar y apostar por ella. Sólo puede añadirse la duda. ¿Merece la pena pensar más? Fin o eternidad: no hay más dilema. Con seguridad, sólo queda la vida. Mientras queda.
1 comentario:
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